lunes, 16 de enero de 2012

Petro aprobó la reelección

Cuando el flamante alcalde de Bogotá decidió lanzarse al cargo, por allá en agosto de 2011, implícitamente le dio una palmada en la espalda al actual mandatario para que siguiera carburando el tan deplorable proyecto de reelección.

Entiende, Petro, que no tiene la infraestructura, ni la espalda para hacerle competencia a un presidente que ha planteado programas y proyectos tan ambiciosos, como demorados, cuyo mayor logro –hasta el momento- es haber cumplido con una de las premisas más viejas y más importantes de la política: darle de comer a todos en la mesa.

Esa famosa unidad, que no es más que puestos y cuotas para los popes de siempre (o por lo menos para los más importantes), lejos de premiar a quienes tienen los meritos para hacer una gestión pública, celebra a quienes, en el momento justo, apoyaron el proyecto presidencial -ya sea desde la campaña o ahora desde el Congreso aprobando todo-.

En esta cruzada silenciosa que emprendieron los partidos políticos tradicionales, con anuencia expresa de los medios, el alcalde de Bogotá juega un rol preponderante. No se puede olvidar que en 2009 Petro obtuvo una votación de casi 5 millones de personas en la elección presidencial, lo que hacía suponer que se convertiría en la fuerza de oposición de la unidad santista (claro, eso en una sociedad política seria).

Muy por el contrario, Petro optó por integrar la mentada unidad y, como dicen las esposas, tomar las cosas con calma y le dio tiempo al tiempo. Entiende que en medio de tanto romance político, una voz disonante (léase oposición) sería visto como un ‘loco en el desierto’, como aquel Ex Presidente que, desde las redes sociales, no tiene con quién pelear y se volvió intrascendente.

El objetivo es el 2018 (igual que el de la Selección Colombia), y qué mejor plataforma que la alcaldía de la capital para mantenerse más que vigente, consolidando un partido político con las mismas bases y vicios de los partidos más recientes, que se han fundado sobre la base del poder y no sobre una base de respuesta a los conflictos sociales.

La llegada al Palacio de Lievano simplemente requirió una buena de dosis de demagogia y listo. Con los contendores que tenía no necesitaba mucho más. Con una votación irrisoria -700 mil votos- alcanzó el puestico. La minoría que lo escogió le dijeron lo que quería oír. Le dieron bálsamos, placebos. Palmadas en el hombro. Les resultó más fácil escuchar respuestas demagógicas, facilistas, que en realidad no tienen asidero desde el desarrollo real y sostenible en el tiempo.

Pocos se tomaron el trabajo de leer su programa de gobierno que, como mínimo, es inviable. Y ha quedado demostrado en los primeros días de su mandato: sus proyectos más rimbombantes se han convertido, poco a poco, en ‘reformillas’ pequeñas que no tienen ni ton, ni son. El buen Roy Barreras de La Luciérnaga tiene una palabra que las define: ‘Rechimbo’.

En medio del entramado político y la reinante inviabilidad, están los 7 millones de bogotanos que siguen padeciendo las ‘delicias’ de esta ciudad cada vez más peligrosa, más inmóvil, en definitiva, más inhumana. Mientras que su flamante alcalde habla de toros…

Luis Ignacio Lula, ex presidente de Brasil, dijo alguna vez que “un buen presidente no necesita de reelecciones”. Premisa que, hoy, solo genera sonrisas entre los padres de la patria que proponen reformas y proyectos a tan largo plazo que son más bien inviables.

Todos juegan a lo seguro. Tienen un acuerdo tácito por reelección. Saben que todos están disfrutando de una unidad que parece un bus de pueblo: con puestos para todos, incluyendo a Petro que realmente está jugando un juego largo con un objetivo simple: ser presidente, como si fuera la gran cosa.