lunes, 2 de mayo de 2011

El Alcalde del infierno

Seis de la tarde, aguacero inmarcesible, estación, de la mierda del sistema Transmilenio abarrotada, ladrones haciendo su agosto, personas, que mientras son estrujadas y humilladas, gritan y empujan soñando llegar a su casa.

La escena, por demás repetida, es, creo, lo más cercano que se puede estar al infierno. Porque el infierno no es una caverna llena de llamas y demonios infringiendo castigos, eso sería una caricia. Infierno es la estación de la Calle 72 a las 6 y 30 de la tarde.

Infierno es está Bogotá. Esa que en medio del agua, la intolerancia, la indiferencia y los monumentales trancones mata, desespera. Entristece. La capital de Samuel Moreno es incómoda para cualquiera, para pobres que pierden más de tres horas de su vida enlatados en un bus rojo, perdiendo dignidad, humanidad, por tan sólo 1.700 pesos. Para los ricos –aunque cada vez son menos en este país- que dejan la mitad de su tranquilidad metida en su carro último modelo, enfrascados en un ‘lindo’ trancón.

Y qué decir de la inseguridad reinante. Bogotá es anarquía total. Para que te roben, te maten, te violen o te apuñalen sólo necesitas estar en el momento y lugar justo. Parece que la premisa de “los buenos somos más”, resulta una vil mentira. Los malos son más y las autoridades, cada vez, son menos. Se ven superadas. Diera la impresión que se rindieron, que les resulta más rentable unirse que atacar. En la verdadera ciudad de la ira se registran 20 homicidios, por cada 100 mil habitantes; y lo peor es que las autoridades sienten orgullo de la cifra.

Pero este ‘averno’ va más allá. Bogotá actualmente tiene una crisis habitacional profunda. Más de 1 millón de familias no tienen un techo digno para dormir. Cada año llegan al Distrito 100 mil personas desplazadas. En los últimos 10 años la población ha subido casi un 150 por ciento. Cada año más 120 mil niños trabajan. La deserción escolar aumentó 6 por ciento el último año y así…

Este panorama, más que desolador, recibe las elecciones de octubre. Parece increíble, pero hay personas que, supuestamente, en sus cabales quieren ser alcaldes de este hueco que nos deja ‘Samy’, su hermano, la ‘Capitana’, los Nule, el Polo Democrático, Peñalosa, Lucho, Antanas, Uribe, Samper, Castro, Pastrana y sobre todo nosotros Los Capitalinos.

Hasta ahora hay 3 candidatos firmes. David Luna, Carlos Fernando Galán y Enrique Peñalosa (más losa que peña). Los dos primeros jóvenes, con ideas frescas. Sus buenos resultados en el Concejo los respaldan. Conocen la ciudad y sus penosos problemas. Del tercero se puede decir que es más de lo mismo: un señor que cree vivir en Houston y no conoce qué carajos es Bosa, ni cuánto vale una bolsa de leche.

A Luna y Galán les juega en contra la juventud. Los viejos, que son los únicos que votan, los ven como alternativas para un futuro lejano. “Son ‘chinos’ con ideas ‘chocolocas’. Y ahora lo que se necesita es alguien con recorrido, que nos saque de este atolladero”, dicen. Prefieren elegir ‘un viejo’ de pelo cano, accionista Transmilenio y destructor del ambiente de la ciudad.

Tradicionalistas como somos, no vemos alternativa en la juventud. Le huimos. La novedad asusta. Preferimos que nos roben los mismos de siempre. Ahora, insinuar que Galán o Luna serían buenos alcaldes por ser jóvenes es una barbaridad (como está la ciudad poco pueden hacer). Simplemente serían una bocanada de aire. Una posibilidad.

Dicen en los corrillos políticos que pueden aparecer más candidatos. De pronto William Vinasco le traería más candela a este infierno. De pronto Gustavo Petro buscaría el puestico, a ver si, como cosa rara, gana una elección. Y el temor de muchos, el Gamonal Uribe, le da un ataque de idiotez y se lanza. En la paupérrima y divertida política colombiana: todo es posible.

Votar es lo único que deja esta democracia risueña. Muchos lo harán. Muchos dejarán esto a merced de los de siempre. Otros valoramos la intención de subirse en esta vaca loca y entregaremos el votico.

Felicitaciones candidatos. Es que se necesita estar un poco demente para querer ser el Alcalde del infierno que, hoy, es Bogotá…