jueves, 6 de octubre de 2011

Libre

Lo había prometido, tan pronto lo lograra se iba a emborrachar como nunca antes en su vida. Sonó el teléfono, del otro lado un festivo “mijo, estoy borracha” presagiaba lo mejor….

Las alegrías en este mundo de mierda se celebran dejando de ser uno mismo. Es mejor convertirse en algo mejor de lo usual: borracho, por ejemplo.

En una sociedad ni siquiera buena, más bien decente, ella no debería celebrar eso. Pero, por estas tierras lo que ella consiguió más que un logro es una victoria que raya en lo épico. Comenzó su proeza hace 38 años:

Pasaron 8 presidentes -siguen en pugna por saber cuál fue el peor-. La Selección de fútbol fracasó 26 de esos 38 años. Se desarrollaron 5 procesos de paz, sólo 1 tuvo algún resultado visible (hoy, con las Bacrim el país lo sufre). Antanas Mockus y Enrique Peñalosa se graduaron de perdedores con 3 elecciones pérdidas, van por la cuarta (ni para amigo secreto los escogen). Santa fe ganó 2 títulos. Colombia pasó del subdesarrollo a ser país emergente. Dos aviones cambiaron el Mundo. Hubo por lo menos 7 guerras civiles en el planeta (varias, bien escondidas). Ah, y ella tuvo dos lastres que llama hijos.

El 14 de septiembre de 2011 ella tuvo a su bien pensionarse. Hecho, que reitero, no debería ser sobresaliente, pero que en esta estructura estatal representa estar en la cima de la pirámide legal más grande de Colombia: el sistema de pensiones.

Básicamente: yo, que me despierto a las 6 de la mañana para escuchar a un cura resolver los problemas del Mundo, para luego salir a ser golpeado por señoras 90 centímetros más pequeñas en el puto sistema Transmilenio, y terminar encerrado 10 horas diarias en una oficina escuchando cuanta estupidez existe, frente a un computador más vigilado que Piedad Córdoba, recodando que pagué más de 20 millones de pesos por cumplir está realidad diaria que en su momento llamé sueño: tengo que pagar mes a mes para que ella pueda sentirse orgullosa de tener la libertad de dormir un martes hasta las 8 de la mañana, como no lo hizo por casi tres décadas.

Valga decir que este ejercicio, como mínimo despótico, no es propiedad intelectual de los sátrapas que fungen como padres de esta patria. Los griegos, que se hacen llamar dueños de la democracia, tienen al planeta económico pendiendo de un hilo, todo porque no tienen ni idea de cómo manejar la carga prestacional del sistema de pensiones -entre otras cosas-. El Presidente, de apellido impronunciable, recortó las mesadas y cada día contiene protestas que dentro poco serán incontrolables. Por si queda alguna duda del poder de los de la tercera edad.

En Colombia el asunto no es muy diferente. El Ministro de Hacienda, un yupi entrenado por años para salvar los recursos de los más ricos, está por meter a como dé lugar una ampliación en la edad para poder pensionarse y así alivianar la carga que tiene el Estado y sus amiguitos cercanos: los privados. Dentro de poco, congresistas cumplirán con su labor perpetua de joder a los colombianos y aprobarán la propuesta. Una muestra más de que las pensiones como toda pirámide, legal o ilegal, están condenadas a derrumbarse.

El yupi (arde nombrarlo) sale en los medios con pose de gerente de multinacional afirmando que, “si no se hacen modificaciones estructurales al sistema pensional el país colapsará”. En otras palabras, si no se aumenta la edad de capacidad laboral y se ahorran esos miles de millones de pesos, los muy muy ricos y el putrefacto Estado tendrían que cumplir, a cabalidad, con sus obligaciones constitucionales. Que Satán no lo permita ¿cierto?

En plata blanca, a ella poca le importa estas particulares circunstancias, (tampoco que magistrados de la Corte Suprema que deberían tener una pensión de 6 millones de pesos devengan casi el triple por cuenta de demandas y más demandas) más bien disfruta, a su modo, de los placeres de esta novedosa sensación de emancipación financiera, que ganó a pulso.

Tampoco parece importarle que soportó tres alargues de edad durante sus 38 años de trabajo continuo. Y le es totalmente indiferente que yo, uno de sus lastres, de un modo u otro este aportando mensualmente a que ella pueda ver el famoso cura de la camioneta blindada a sus anchas, mientras madreó al aire y escupo al suelo.

Nada de eso debe importarle, al fin y al cabo ella es libre y yo un burro que estudió (es un decir) para que le jodan la vida día tras día, con la sería convicción que nunca se va a emancipar financieramente y tendrá que ver al yupi como presidente de la República.