Valdría la pena decir que resultó más sencillo que en el imaginario. Puede ser injusto, pero es verdad. De pronto la insignificancia es la razón. También puede ser la indiferencia. De una de esas dos no sale.
Hay que ser demagógico y decir que es una mala noticia. Pero la realidad es otra.
Era simplemente cuestión de tiempo. Pensar que lugares comunes, tan viejos y tan obvios, pueden ser los mejores alucinógenos para esconder la cruda verdad.
Exponer defectos propios y combinarlos con mentiras es una buena estrategia. Paliativos sencillos, para evadir responsabilidades. Palmadas en la espalda y tranquila aceptación: hermosos frutos de la ignorancia. La alegría es para el que bien usa las palabras.
Usar frases consoladoras y efímeras resulta más sencillo que aceptar la aversión, la falta de empatía. Nadie reconoce sus equivocaciones ¿por qué ser el primero? Pero hay que aceptar -con una sonrisa- que fue todo un desastre. Fue peor que el más opaco de los escenarios posibles. Todo se hizo mal, era lógica la despedida.
Permanecerás, siempre, en el apartado de las culpas. Culpas que nunca saldrán del silencio y la profundidad más absoluta. Los remordimientos vendrán con el padre tiempo. El arrepentimiento sigue de la mano del cinismo.
El pecado es una marca indeleble, eterna. El mejor camino siempre será callar y continuar. La seguridad es que vendrán más y más equivocaciones; más y más desastres. La tranquilidad que habrá perpetuo castigo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario