lunes, 13 de septiembre de 2010

La ‘miserable’ época del Black Berry

Con una sonrisa, antecedida de un trago de cerveza, se dispuso (como pocas veces) a contar un chiste. “¿Ahora cómo se reconoce a un pobre?.. Fácil, porque tiene la cabeza erguida, por no tener Black Berry”. Risas… Y si, fue un chascarrillo exitoso, porque cumplió la máxima de retratar una realidad cruda, cierta y palpable con humor.

Ella, excelente persona por demás, descubrió hace poco ese ya no tan novedoso aparato que mantiene conectados a todos con todos en cualquier momento, hora y lugar. Tan conectados que a toda hora se habla con alguien. Tan extremo es esto (de la conectividad) que ahora se conoce como una moda anticuada mirar a los ojos de alguien mientras se sostiene una conversación, hay que resignarse a la frase “espera un momento que me están hablando”…

“ X pregunta: ¿Cómo va tú cita?, Y responde: Mal, este ‘man’ es más aburrido que ver los gordos de Marbelle”. Así, en cuestión de segundos un amigo (a) ‘sin vida’ (ya ahondaremos al respecto) conoce cómo su amiga pierde tiempo en otra cita amorosa inoficiosa. Y lo peor ¡delante del pobre infeliz que va a pagar toda la cuenta de la salidita!

Ni el horario impide la absurda conectividad. En plena rumba de viernes, cerca a las 2 de la madrugada ella se quejaba de la música, el sitio y la compañía, de todo. Sus dedos se movían en extrema velocidad, su cabeza gacha demostraba que nada de lo que pasaba a su alrededor le importaba. Él, mientras tanto, acostado viendo al techo (imagino) disfrutando de las quejas de ella sobre su ‘famosa’ rumba y sus letárgicos amigos.

De verdad que alguien si tiene que tener muy poca vida para estar preguntando a las 2 de la madrugada “¿Cómo va tu rumba?” Qué triste debe ser para alguien tener que comentar en una red social o en teléfono cómo otros disfrutan de la vida, salen o simplemente se interrelacionan. Puede ser que sea la única forma de interrelacionarse que este ‘sin vida’ encontró y le agradece a la vida que algún chino se haya inventado esto del Black Berry.

Qué ‘miserable’ es esta época, todos saben todo, y no porque quieran saberlo, simplemente porque todos cuentan todo, nada queda a la imaginación, es que ni siquiera queda para una conversación, porque apenas se intenta sucumbe ante la vibración del BB cuando algún ‘sin vida’ quiere saber “¿con quién estas?”…

Eso sin contar aquellos que tienen acceso a las redes sociales desde su ‘telefonito’. A esos que saben todo y de todos, creo que deben tener un problema en el cuello porque las veces que tiene erguida la cabeza es para escribir en la pantalla del computador.

Las redes sociales una de las grandes expresiones de libertad personal

Es cierto, con la llegada de las nuevas tecnologías (comunidades 2.0, tecnologías móviles) las formas de comunicación y expresión cambiaron radicalmente. Hoy sin que veas a alguien sabes qué hace, dónde vive, qué problemas tiene, a qué horas come, hasta a qué horas va al baño, todo.

Pero eso se conoce si y sólo si (homenaje a Rodolfo Bello) alguien cuenta cuanto detalle pasa en su vida. Las redes sociales llámense como se llamen son un culto a la libertad de expresión. Cuentas lo que otro quiere saber; escondes, eliminas o simplemente ignoras aquello que poco interesa. Es más en muchos casos se adquiere una personalidad completamente diferente, casi siempre mejorada, de lo que se es en la cruda realidad de la calle y el cara a cara.

Todos, sin excepción alguna, de los que participan en la redes sociales de una forma u otra buscan atención, ser reconocidos por alguien, que alguien se ría de algún comentario, que lo aprueben o simplemente que le den una palmadita en la espalda. Esto lo llaman los expertos interrelacionarse. Es algo común, todos lo hacemos todos los días, es más de eso vivimos.

Claro, en medio de tanta libertad no faltan aquellos que viven y mueren de sus relaciones virtuales, aquellos que cuentan todo y todo. Lo que les pasa, lo que piensan, cuando tienen novio (a), cuando no, qué comieron, de qué equipo son hinchas… todo. Son esos conocidos como ‘sin vida’. Eso sí, ellos son libres de hacerlo y nosotros libres de eliminarlos.

Hay una frase que hace carrera en la web (no sé de quién es) “Nadie es tan feo como en su cédula, tan bonito como en su Facebook, o tan divertido como en su Twitter, ni tan bueno como en su Hoja de Vida". Por ejemplo esta entrada de blog es, sin duda, una forma ‘miserable’ de aprovecharse de esta época.

Cuánta razón tiene mi amiga: los ‘pobres’ siguen con la cabeza erguida, mirando a los ojos, interrelacionándose a la antigua, y quejándose de sus citas en la comodidad de su casa. Al final de cuentas todos somos libres de relacionarnos como se nos dé la gana, así sea de forma ‘miserable’…