Resultó que al final del día el magno Antanas Mockus fue como todos. Un politiquero más. Uno de tantos ensimismados, que priman su ego por encima de una idea, de un partido.
Mockus se fue del Partido Verde dejándolo acéfalo. Cree, con prepotencia, que se fue por la puerta grande, despotricando de Peñalosa, de Uribe, de los políticos, mejor dicho de todos. Se va porque quería ser cacique y le tocó ser indio. No pudo resistir estar a la sombra y prefirió abandonar, como las ratas.
Que hipócrita es Antanas. Que fácil olvidó que Peñalosa lo apoyó hasta el último día en su desastrosa campaña presidencial. Esa que mostró su faceta de perdedor empedernido. Pocos le entendían sus discursos, sus intervenciones y aún así los otros dos tenores se dieron la pela de acompañarlo, tanto así que saltaron el día que inmortalizó la estúpida arenga “del yo vine por quise, a mí no me pagaron”. Eso acordaron, eso cumplieron.
Con el descalabro a cuestas se creó un partido político (más por adrenalina que por fundamentos) que encontró una buena base electoral; y obvio decidieron aprovecharla en siguientes comicios. Peñalosa resignó su aspiración presidencial bajo la promesa de Alcaldía. Todos firmaron. Todos aceptaron.
Uribe ‘twittió’ (verbo que no existe pero que en este país vale, y mucho) y Mockus tembló. El gamonal, estratégico como es, apoyó a Peñalosa y puso a prueba el Partido Verde. Y el Partido murió. Sucumbió igual que el uribismo -que tanto ataca y se aleja- de la mano del caudillismo.
Antanas vio en el apoyo del gamonal a Peñalosa la oportunidad deseada para dimitir. Siempre quedó claro que, igual que Uribe, quería ser el número uno de su colectividad. Uso su consabida honestidad para irse. Aplicó su máxima del “no todo vale” se sacudió y se fue.
Muchos aplaudieron. “Bien Mockus. Digno. Fiel a sus principios. Es la antítesis de la corrupción que representa Uribe”, afirmaron sus seguidores (que más son followers). Pero Antanas abandonó a su hijo. Es como si un padre deja a su primogénito a penas lo ve con malas compañías. Lo deja en la casa, pero se va para siempre. No lo instruye, no le habla, simplemente lo deja a la deriva.
Y claro, tiene su cuota de doble moral. Porque en su campaña presidencial coqueteó con Petro y Peñalosa secundó ¿No se parece con el apoyo de Uribe a Peñalosa? Por qué. Ambos, Uribe y Petro, tienen pecados. Ambos son polos de opinión. Ambos mueven votos. Mientras Peñalosa cumplió y apuntaló siempre, Mockus fue falso y se fue.
Como muchos académicos Antanas Mockus cree tener la verdad revelada. Si no es como él dice, simplemente no es. Durante horas discutió con el resto del Partido Verde. Argumentó su posición desde la honestidad y el ‘cómo debe ser’. Olvidó que las elecciones en este país son como los partidos del fútbol profesional colombiano: Entre peor se juegan más fácil se ganan (pregúntele a los que iban por la 14).
Peñalosa aprendió a punta de quemadas electorales que los puestos se ganan con votos. Y los votos vienen de la mano de los de siempre. De las maquinarias de siempre. No de tweets elegantes, ni de postulados lindos en el papel, pero lejanos a la realidad. En Colombia se gana con tamal y teja. Con politiquería. Eso somos, qué le vamos hacer ¿esperar un cambio? Que esperen sentaditos.
Valido o no, Peñalosa quiere ganar -para terminar la obra de Moreno-. Mientras Mockus quiere instruir. Enrique sabe que las victorias electorales están de la mano del gamonal. Mockus sabe que el gamonal le quita poder a cualquiera en este país. Y Uribe, vivo, destruyó un partido político en 140 caracteres. Sí, porque el Partido Verde tiene una particularidad fue creado y destruido en Twitter; una red social. Así de pintoresca es la política colombiana.
Mockus representa ese cambio de mentalidad que este país necesita, pero que nunca va a llegar. Mientras Uribe es la realidad de está Colombia amarga, donde todos intentamos sacar provecho de lo bueno y de lo malo, sin equilibrio alguno. Uno es idealismo. El otro es política cruel y despiadada. Cada cual tiene derecho a escoger con quién se va.
Mucha hipocresía la de Antanas. Esconde sus ansias de figuración y poder detrás de una máscara de honestidad e idealismo construidas desde las tantas derrotas electorales que ha tenido (y se ha acostumbrado). Tanto que se dice diferente de Uribe y resultó tener muchos de sus vicios…
PD: Triste que un país tenga la segunda fuerza electoral del país en un partido que es tan efímero y circunstancial como un tweet o un comentario en Facebook. Lástima por los idealistas detrás de la pantalla.