Lo reconozco, apenas escuché la noticia de la famosa demanda de Ingrid Betancourt contra el Estado también se me salió un completo ‘madrazo’ contra ella. Pero ya con un poco más de calma y análisis (lo poquito que mi intelecto permite) creo que esta señora no debió ser acreedora a tantos insultos y difamaciones.
Hay que reconocer que para humillar a alguien los colombianos somos expertos. Usted lo ha hecho en cualquier reunión de amigos montándosela al que más papaya haya dado en la noche. Pues algo similar le pasó a la señora Betancourt dio papaya, para que todo el mundo le cobrará una vieja deuda que tenía con esta aristocrática mujer.
Muchos (me incluyo) muy en el fondo pensábamos que la suerte de muchos secuestrados era culpa de Ingrid Betancourt, sencillamente porque era la joya de la corana, esa joya que le daba poder y terreno a los narcoterroristas. Pero estos pensamientos casi pecaminosos se disolvían rápidamente tan sólo con aquella imagen de supervivencia, donde esta señora parecía un espíritu sin vida, que retrataba sin piedad la crueldad del secuestro.
El hecho que haya demandado al Estado por una cifra tan exuberante (15 mil millones de pesos) fue el detonante para que le cayeran como si fuera Maradona celebrando una victoria argentina en la Plaza de Bolívar. Tengo que ser honesto en algo. Sé que los colombianos somos intolerantes, pero con este episodio pusimos un estándar muy alto. Creo que muchas reacciones, afirmaciones, invenciones fueron exageradas, casi xenofóbicas.
La señora Betancourt puede defenderse por sí misma, no requiere defensores de oficio, ni más faltaba. Pero la verdad nos debemos quedar pasmados cuando miles de ‘lindos’ colombianos desearon fervientemente que esta mujer volviera a la selva. Muchos lo hicieron como una broma, otros como una reacción incendiaria, otros (la mayoría) por pura ignorancia. Pero sería decente preguntarse ¿alguien realmente dimensiona lo que es estar SECUESTRADO durante 6 años? Eso es como la muerte: muchos escuchan sobre ella, pero nadie sabe de verdad cómo es.
Creo que la señora Betancourt calculó mal. Nunca pensó que tras su demanda llegará esta reacción tan enérgica y voluntariosa por parte de millones de personas. Es más, creo que ella pensó que se iban a solidarizar. Grave equivocación. ¿Cómo solidarizarse si muy pocos saben de ese calvario? ¿cómo entenderla si todos tenemos claro que ella misma propició su secuestro? ¿cómo acompañarla si las historias de la selva la retratan más mala que la bruja de Blancanieves? Sin embargo ¿con qué derecho la juzgamos si ella sobrevivió a un castigo casi insoportable?
Muy a mi pesar, tengo que estar de acuerdo con la mamá de la mamertas, doña Claudia López, quien expresaba algo muy justo. Si Ingrid demanda, y no tiene la razón, pues simple, que una Corte lo juzgue y lo rechace, así de simple.
Los secuestrados y sus familias se convierten en ciudadanos especiales. Porque ellos son y siempre serán las victimas más sufridas de una guerra civil como la que vive este país. Ellos, pasaron por un calvario único y extremo, que no tiene comparaciones. ¿Alguien sabe, cómo se puede cuantificar el hecho de dormir a la intemperie, con un fusil en el rostro, sin su familia, cara a cara a la muerte todos los días, sin esperanzas, durante años y años?
Es innegable que esta señora metió las de caminar. Sería un acto de estupidez defenderla, sin contar que mató su vida política para siempre. Pero, realmente el hecho que a ella se haya equivocado ¿es razón suficiente para desearle que vuelva a la selva?
En un país donde padres violan y matan hijos, donde mueren personas por una mala frenada de buseta, donde hay muertos por un partido de fútbol… pues esta es otra demostración del nivel de bajeza y violencia en la que se vive en Colombia. Tanta intolerancia y odio asombra y asusta.