Señor ladrón:
Después de enterarme que volvió a ingresar a mi hogar para completar la obra que había dejado inconclusa hace una semana, me siento algo inquieto por las penurias y vicisitudes que pasó en la visita por mi casa, por tanto le escribo estas líneas de desagravio:
Señor ladrón sepa usted disculpar porque sólo pudo en encontrar una CPU y un aparato de juegos de video (perdone también mi ignorancia en ese tema), para llevarse. Entienda que los vicios de este mundo (alcohol, rumba y mujeres) no han permitido que la distribución de recursos económicos sea destinada para la adquisición de más objetos de valor, que estuvieran a su disposición.
De todas maneras, gracias a su irrupción en mi casa debo bajar la intensidad de consumo de estos vicios, y así poder recuperar lo que usted con tranquilidad y sutileza adquirió. Entonces, además de estar apenado también me imagino que tengo que agradecerle, porque me hará mejorar como persona.
Señor ladrón sepa usted disculpar por el desorden que encontró en mi cuarto. Nunca he sido alguien muy apegado a los cánones de limpieza. Eso de tender la cama, barrer, trapear, organizar, nunca ha sido mí fuerte. Sé que tuvo algún comentario al respecto. Quiero decirle que ya se han tomado medidas al respecto, aprovecharemos el fin de semana para hacerle aseo general a nuestro hogar (con radio prendido a todo volumen, con música popular) para que la próxima vez que decida visitarnos encuentre un sitio organizado y digno de su presencia.
Señor ladrón sepa usted disculpar por no haberle facilitado el ingreso a nuestra casa. Me imagino lo incomodo que fue para usted haber tenido que entrar por el tejado y ni me imagino las peripecias que debió pasar poder acceder (sufro cada vez que pienso en eso). Sé que no debimos haber cambiado las guardas después de su primer robo, pero usted con su ingenio y dedicación a su trabajo logró encontrar otra forma de entrar no sólo en la casa, además en nuestra poco noticiosa vida.
Señor ladrón sepa usted disculpar por no haberle dejado el almuerzo listo para que lo sirviera y calmará su hambre. La verdad tengo que confesar, con vergüenza, que no esperábamos tan pronto su nueva visita, pero tendrá razón usted en molestarse por la falta de previsión. Ante esto, también se han tomado medidas. De ayer en adelante se está dejando una ración extra de alimentos en una olla especial, que tiene una etiqueta marcada como: Señor L (no pusimos ladrón porque de pronto puede ser ofensivo). Sé que es una falta de respeto lo que voy hacer, pero quisiera recomendarle que, no se lleve la olla y cubiertos en su próxima visita, pues queremos brindarle un servicio a todas luces necesario, no vaya y sea que un día tenga que salir corriendo y le hagan falta energías, por tener el estómago vacío.
Señor Policía de todas maneras disculpe
Señor Policía sepa usted disculpar por interrumpir su rutina diaria de no hacer nada y haberlo llamado desesperado, al ver que un ladrón se metió a mi casa a robar lo poco que los vicios de este mundo han permitido comprar. Sé que para usted es desesperante ver el sufrimiento ajeno, como si eso fuera algo importante, ¡ja!.
Señor Policía disculpe por haberlo contradicho cuando usted dijo que el ladrón salió por el frente de la casa, a plena luz del día. Yo, de manera ignorante afirmé que, había sido por el tejado, tal vez dejándome llevar por mi ira, sin reconocer toda su experiencia no sólo atrapando a los cacos, sino su valorable tiempo como uno de ellos. Es que como dicen las abuelas, ‘el que las hace las imagina…’.
Señor Policía discúlpeme por no haberle ofrecido un tintico o una almojabanita en el momento en que usted realizaba su minuciosa investigación de dos minutos, que concluyó con ese certero diagnóstico que afirmaba, “pues aquí como que fue algún vecino”. De pronto, en ese momento no se me ocurrió que al tener alguna deferencia con usted, su servicio mejoraría, que tonto fui.
Señor Policía sepa disculpar por solicitarle que hiciera su trabajo y diera alguna respuesta. Fui presa de la desesperación del momento, pero ahora con cabeza fría me doy cuenta del adefesio que cometí al encomendarle la labor de encontrar algún responsable. Que descaro el mío, como si no supiera que usted tiene cosas más importantes que hacer como: parar a ciclistas que no tienen casco; recorrer las calles en su moto pitándole a mujeres bellas; repartir los botines incautados, o bien distribuir los robados; golpear algún joven por estar haciendo alguno de esos deportes para 'ñeros' como la tabla esa. O la labor más importante: estar sentado en el CAI esperando por las llamadas de los desocupados (fastidiosos) que requieren de sus excelentes servicios.
Señor Policía sepa usted disculpar por no haberle dado alguna remuneración por el excelente trabajo que realizó en mi hogar, buscando a la persona que tuvo a su bien robarme. La verdad en ese momento no entendí (victima de mi ignorancia) la encomiable labor que usted, junto a sus compañeros manejó. Si quiere puede darle respuesta a esta carta y por correo (real no electrónico) le haré llegar el dinero que bien se merece por su sobresaliente desempeño.
Señor Policía sepa usted disculpar por la mala educación de no nombrarlo, por su apellido y número, sé que es una desfachatez de mi parte, porque lo estoy alejando de una merecida felicitación por parte de sus superiores (que son igual de eficientes a usted), pero es que no quiero que tenga un flujo mayor de solicitudes de trabajo y tampoco deseo que usted en su tiempo libre no visite, en sus labores alternas.
viernes, 11 de diciembre de 2009
jueves, 15 de octubre de 2009
La cultura del 'importaunculismo'
¿Cómo definir en una palabra a Colombia? Es simple, Indiferente. Acaso nos importa, lo que pasa alrededor nuestro ¿nos importa que nos roben día tras día? ¿nos importa que nos matemos por una menta? ¿nos importa que nuestros ‘empresarios exitosos’ envenenen la mitad del mundo? ¿nos importa que cada día los políticos roben y roben y no paren de robar (hasta de manera graciosa)? Nos importa un culo (perdón a las damas lectoras).
“Que ‘hijuemadre’ que hagan lo que quieran, mientras que yo y mi familia coman, lo demás no importa”. Así de fácil. Aquel iluso que piense que vivimos en una sociedad, ese debe llamarse un idiota, porque en este país lo que hay es un grupo de individuos que simplemente sobreviven, así como los cavernícolas, simplemente vemos como comer, reproducirnos y morir de la manera más decente posible.
Pero en algo si nos parecemos todos los individuos que componen este país. Un valor que nos acompaña a todos INDIFERENCIA. Nos inventamos nuevas y encantadoras formas de ser cada día peores, nos matamos, nos robamos, nos secuestramos, nos envenenamos, nos violamos, mejor dicho que no hacemos y lo más divertido es que todo nos pasa al ladito y no sólo nos resbala, además nos reímos.
Es inocente pensar que son más los colombianos buenos (risas). Entre los ladrones, asesinos, narcotraficantes, narcoterroristas, narcoparamilitares, narcopolíticos, ladropolíticos, agropolíticos, pandillas, barras bravas… (me disculpan los que no nombré). Los poquitos que quedamos, merced a nuestra indiferencia nos convertimos en victimas proximales (explicación: si esta en el lugar y momento equivocado será victima de los anteriormente mencionados).
Que no se está diciendo nada nuevo, es cierto –es más ya estoy escuchando el comentario “si no le gusta, porque no se va del país”-, y saben que, tienen razón, lo más útil sería largarse de este país. Pero algún día de tanto repetir estas mismas diatribas alguien tomará conciencia (no creo que sea muy pronto. Además siempre he soñado con ser aquel que diga “se les dijo, se les advirtió y se les volvió a decir”.
Para aquellos que por exceso de tiempo llegaron a este párrafo y se pregunten cuál es la solución a esta caótica situación, pues mi humilde respuesta sería, una revolución. Si, una revolución individual, un cambio en cada individuo que habita este país, pero la verdad es más fácil que la selección llegue al mundial.
Ahh, que delicia es divagar en palabras y además desahogarse.
“Que ‘hijuemadre’ que hagan lo que quieran, mientras que yo y mi familia coman, lo demás no importa”. Así de fácil. Aquel iluso que piense que vivimos en una sociedad, ese debe llamarse un idiota, porque en este país lo que hay es un grupo de individuos que simplemente sobreviven, así como los cavernícolas, simplemente vemos como comer, reproducirnos y morir de la manera más decente posible.
Pero en algo si nos parecemos todos los individuos que componen este país. Un valor que nos acompaña a todos INDIFERENCIA. Nos inventamos nuevas y encantadoras formas de ser cada día peores, nos matamos, nos robamos, nos secuestramos, nos envenenamos, nos violamos, mejor dicho que no hacemos y lo más divertido es que todo nos pasa al ladito y no sólo nos resbala, además nos reímos.
Es inocente pensar que son más los colombianos buenos (risas). Entre los ladrones, asesinos, narcotraficantes, narcoterroristas, narcoparamilitares, narcopolíticos, ladropolíticos, agropolíticos, pandillas, barras bravas… (me disculpan los que no nombré). Los poquitos que quedamos, merced a nuestra indiferencia nos convertimos en victimas proximales (explicación: si esta en el lugar y momento equivocado será victima de los anteriormente mencionados).
Que no se está diciendo nada nuevo, es cierto –es más ya estoy escuchando el comentario “si no le gusta, porque no se va del país”-, y saben que, tienen razón, lo más útil sería largarse de este país. Pero algún día de tanto repetir estas mismas diatribas alguien tomará conciencia (no creo que sea muy pronto. Además siempre he soñado con ser aquel que diga “se les dijo, se les advirtió y se les volvió a decir”.
Para aquellos que por exceso de tiempo llegaron a este párrafo y se pregunten cuál es la solución a esta caótica situación, pues mi humilde respuesta sería, una revolución. Si, una revolución individual, un cambio en cada individuo que habita este país, pero la verdad es más fácil que la selección llegue al mundial.
Ahh, que delicia es divagar en palabras y además desahogarse.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)